Es la disciplina que trata de lo bello y los diferentes modos de aprehensión y creación de las realidades bellas, si se entiende por bello aquello que despierta en el hombre una sensación peculiar de agrado.
Visto a la luz de la etimología, la palabra procede de aesthetikos que significa “lo que se percibe mediante sensaciones”. Por lo tanto, la estética es la encargada de estudiar la belleza; normas y métodos para estudiar la belleza. Entendiendo por belleza la idea sobre la perfección de las cosas
También la estética podría definirse como el conjunto de percepciones sensitivas que genera la contemplación de unobjeto y la reacción de agrado y placer que se produce en el observador. Percepción subjetiva personal que provoca sentimiento de placer o agrado. En el fondo, reside en el ojo del observador y es imposible formular un concepto objetivo de belleza que tenga carácter universal.
El Webster’s Third New Internacional Dictionary la define como apreciación de respuesta a, o interés acerca de la belleza; tener sentido de lo bello o una cultura acerca de lo bello. Cada individuo tiene ese sentido; la expresión, interpretación y experiencia lo hacen original. Está influida por la cultura y la propia imagen. Implica todas las consideraciones sobre la belleza y el arte. El sentido de la belleza está íntimamente ligado a las proporciones de las cosas.
La vida en la edad de piedra era extraordinariamente dura. Desgraciadamente no había demasiado tiempo para prestar atención a la belleza, pues tenían suficiente con sobrevivir. Hace 35.000 años, en el paleolítico, el hombre comienza a desarrollar su sentido de lo bello, pues la supervivencia empieza ahacerse menos ardua. Este despertar a la sensibilidad tiene su representación en el arte primitivo, pinturas, figuras y representaciones.
No fue hasta el desarrollo de la cultura en el Valle del Nilo, hace 5.000 años, cuando se considera con atención ciertos cánones que representaban el tipo ideal de belleza, armonía y proporción que han quedado reflejados en los monumentos, las pinturas y las tumbas de la época.
La cultura griega es la primera en recoger el gusto estético de la época, la preocupación intelectual por analizar el sentido de la armonía y la proporción de las dimensiones. Fueron los filósofos griegos los que introdujeron el término estética y lo aplicaron al estudio de las razones por las que la persona o el objeto, resultaban bellos o agradables a la vista. Describieron las primeras leyes geométricas que debían ser respetadas para que la armonía de la línea y el equilibrio de proporciones provocaran una sensación satisfactoria en el observador, estableciendo unos cánones de belleza que aún seguimos aplicando como guías firmes reguladoras de la estética, esenciales para poder alcanzar la armonía.
Los romanos tenían un concepto de la estética muy influenciado por los artistas y filósofos griegos. Se limitaron a copiar las obras y las ideas de los griegos, sin añadir nuevos conceptos.
La oscuridad de la época medieval silenció el valor de la estética; que volvió a tener pujanza acrecentada en el Renacimiento. La obra de Miguel Ángel está muy identificada con la tradición griega y romana, caracterizándose por la naturalidad y la proporcionalidad.
En los siglos XIX y XX, coincidiendo con el advenimiento de todas las técnicas audiovisuales (fotografía, cine, televisión) se produce una revolución en los criterios estéticos.
La estética facial
Es la encargada de estudiar el grado de belleza de la cara. No hay una única estética facial ideal. Una apariencia facial considerada muy estética por unos individuos, puede ser menos estética por otros. Las ideas sobre estética varían con el discurrir del tiempo, es decir, la estética facial está sometida a modas, de manera que no existe una noción exclusiva de belleza facial sino una serie de conceptos diversos, en los que el rostro es apreciado desde perspectivas diferentes.
Esta percepción se halla sujeta, por otra parte, a grandes variaciones individuales e incluso a las naturales fluctuaciones observadas entre culturas y grupos subculturales concretos. Por ejemplo, dentro de un mismo grupo social parece que las mujeres son más sensibles que los hombres y los jóvenes más conscientes que los viejos.
Desgraciadamente, la valoración estética depende en gran medida del punto de vista de quien la realiza. En general la estética va asociada a la proporcionalidad y a la armonía, siendo considerado lo desproporcionado como antiestético; o por decirlo de otro modo los rasgos faciales desproporcionados y asimétricos son considerados antiestéticos; mientras que los proporcionados son aceptables, aunque no siempre bellos.
Evolución histórico-cultural en los conceptos de belleza facial
Las culturas han revelado diferentes actitudes sobre la estética facial, la armonía ideal y las proporciones faciales que se pueden considerar como signos de belleza.
Los parámetros que definen la belleza facial parecen invariables con el paso de los años. Los modos y hábitos de cada época influyen en la belleza, pero en términos generales, todos los modelos han variado poco del actual.
La belleza humana, la preocupación del ser humano por su belleza física, su perfección corporal, genera sentimientos de autoestima y viene de muy antiguo. Cuanto mejor aspecto tiene un animal entre los de su especie más importante y poderoso es, pues debe agradar y convencer para imponerse a los demás.
El hombre primitivo rara vez delineaba los rasgos de las representaciones humanas que tallaban o pintaban. Las pinturas prehistóricas no nos muestran un especial interés por las formas anatómicas. Las representaciones humanas de este período son grotescas y distorsionadas, aparentemente por razones de superstición y miedo.
El hombre paleolítico tenía una cara robusta, protrusión dento-alveolar, un mentón que comenzaba a ser prominente, excelente oclusión dentaria y muchos de los rasgos faciales del hombre europeo actual.
Las culturas africanas y asiáticas primitivas comenzaron a representar sus ideas sobre belleza facial en máscaras y tótems. Los representados siempre hacen alusión a un dios, un guerrero, un personaje en definitiva paradigmático y fundamental en la tribu.
Los egipcios consideraban estéticas las caras redondas y anchas con frentes inclinadas, ojos prominentes, narices de contornos suaves, labios grueso-prominentes y un mentón suave pero marcado, en general, óvalos regulares de suaves contornos y biprotrusiones ligeras.
Los artistas del Imperio Antiguo (2600 a 2000 A.C.), usaron un sistema de grillas simplificado para dibujar figuras con proporciones ideales. Varias líneas horizontales marcaban la ubicación de puntos clave del cuerpo desde el extremo superior de la cabeza hasta la línea basal. Las líneas representativas de la cabeza son 3 horizontales, una en la parte superior de la cabeza, otra en la base de la nariz y finalmente una a la altura de los hombros. La figura tradicional del perfil se dividía en dos por una línea vertical que pasaba por las orejas.
El continuo ir y venir de gentes africanas, asiáticas y europeas a través de la ribera del Nilo origina una mezcla de razas que dan lugar a un cambio en los conceptos estéticos. La legendaria reina Nefertiti representa ese cambio estético que se originó mil años después de la dinastía antigua, su perfil facial, sus rasgos equilibrados y su mandíbula bien desarrollada, son exaltados como ejemplo de canon de belleza.
Siglos más tarde, los griegos expresaron sus ideales de belleza facial en la filosofía y la escultura. Los filósofos griegos, formalizaron el estudio de la belleza a través de la estética, y los escultores hicieron uso de la noción de belleza en su arte. El escultor Polícleto utilizó las proporciones geométricas con la idea de definir las dimensiones ideales de belleza, para lo cual esculpió una estatua a la que llamó Canon.
Aunque fueran los egipcios los primeros en inmortalizar una cara en piedra, se debe a los griegos, el mérito de plasmar el sentimiento y las emociones en las estatuas. Anteriormente todas las culturas habían tomado una visión más esquemática y libre de la realidad. Los artistas griegos buscan la perfección en la imitación, en la creación de las imágenes sin movimiento.
El rostro griego clásico es ovalado, se afina ligeramente hacia el mentón y descubre una frente prominente hacia adelante, amplia y despejada; con un surco mentolabial bien marcado y un mentón lleno y convexo. Los rostros de hombres y mujeres eran igualmente atractivos pues la humanidad de la persona era más importante que el propio sexo. Una frente muy amplia no era bella para los griegos, por lo que usaban el cabello para cubrir una parte considerable de la porción superior del rostro. En el arte griego, la nariz era recta, descendiendo desde la frente hasta el extremo de la misma, dejando una pequeña concavidad en la raíz de la nariz. El labio superior es curvado y el labio inferior muestra una forma ligeramente enrollada y es algo más sobresaliente que el superior.
Muchos de los pioneros de la ortodoncia como Angle, Case y Lischer consideraron a estas caras como cánones de belleza.
La escultura romana nunca fue tan creativa como la griega; por eso se ven pocos cambios en el concepto de estética facial de los romanos. Básicamente copiaron y se inspiraron de las esculturas griegas, siguiendo sus cánones. De manera que, aunque son menos académicos que los griegos, su realismo es algo mayor. A diferencia de los griegos, para los cuales, el canon de belleza era un hombre creado por la mente de otro hombre, el canon de belleza romano era Antino, el más bello y perfecto de los hombres, un ser que existió realmente.
En la Edad Media, desde el siglo IV hasta el Renacimiento, los cánones de belleza griegos y romanos fueron condenados por fanáticos religiosos, como paganos y míticos. Las caras ya no se muestran voluptuosas, llenas de gracia y donaire. Se menosprecia la estética sensual y se condena el culto al cuerpo.
Predominó la supresión de la belleza física, realzándose más la belleza espiritual y divina, pues el rostro debe manifestar la espiritualidad del hombre.
Muchas descripciones medievales de la parte inferior del rostro reflejan una boca pequeña, poco marcada, labios finos y dientes pequeños, perdiéndose la sensualidad que proporciona a las caras, la prominencia de la boca y el relieve del mentón. Durante el Renacimiento, sin embargo, se recuperaron el clasicismo griego y romano, integrando lo físico, lo espiritual y los cánones matemáticos, estableciéndose así lo que hoy se conoce como belleza neoclásica que pretende ser una imitación de la realidad intentando llegar a la representación tridimensional de la imagen.
Leonardo Da Vinci, dibuja al hombre con proporciones matemáticas ideales en su cuerpo y su rostro, siguiendo los ideales de belleza de Vitrubio, arquitecto romano. Tipificó la nueva integración de arte y ciencia con su búsqueda interminable de explicaciones matemáticas para fenómenos naturales. Estudió la cara desde todos los ángulos para dar con alguna fórmula aritmética mágica de la forma y la belleza facial. Sus croquis anatómicos muestran estudios geométricos superpuestos a cabezas y caras que representan a hombres envejecidos con pérdida de dientes.
Nos muestra unos rostros llenos de armonía, unas sonrisas como las de la Gioconda o la Virgen de las Rocas en las que se consuma el reflejo de lo bello. Escultores como Miguel Ángel se reidentificaron con las tradiciones clásicas de Grecia y Roma, estableciendo las proporciones anatómicas que empleó en sus famosas esculturas como el David, rostro noble y armónico que ha pasado a la historia como modelo de belleza neoclásica.
Con el desarrollo de la imprenta aparecieron descripciones de la belleza y de la estética; la cara, especialmente la boca, labios y mentón fueron relacionados más tarde con los rasgos personales.
Durante los primeros años del siglo XVI, un italiano llamado Firenzuola, describe en sus libros el perfil femenino que considera correcto y dice: “Cuando la boca está cerrada, los labios deben juntarse de manera que el labio inferior no se proyecte más que el superior ni tampoco lo contrario y deben formar un ángulo obtuso.
Prevaleció el realismo, hasta el grado en que es por primera vez cuando se retratan familias enteras con maloclusiones particularmente con clases II. Para algunos historiadores es la introducción del tenedor individual (a diferencia de los utensilios para servir) y el consiguiente nuevo estilo para comer lo que pudo tener un efecto devastador sobre el resalte. El juego de cuchillo y tenedor personal alejó de los incisivos la función de sostener y cortar los alimentos y las puso sobre la mesa. La función protrusiva, esencial para el proceso de sostener y cortar fue pasando de moda y desde entonces proliferó el resalte y la clase II. Por otra parte el grado de desgaste oclusal tiende a disminuir como consecuencia de un refinamiento en la dieta que hace que los incisivos se desgasten menos, sean más largos y como consecuencia de esto aumente la sobremordida.
En los siglos XVII-XVIII, en el Barroco, se establecen relaciones entre el tipo de cara y los rasgos personales de los individuos, tratando de añadir expresión, sentimiento y emoción al rostro humano neoclásico.
Aparece la caricatura, se muestran imágenes que pueden ser convincentes sin ser objetivamente realistas. El parecido con el retratado no es en la mayoría de los casos lo fundamental. En la llustración decae el arte académico del modelo clásico, pero comienza el interés por el conocimiento de la armonía facial. Se estudia la anatomía de la cara, el esqueleto óseo y los músculos de la cara; estableciéndose así el concepto anatómico de belleza.
El historiador alemán Winckelmann que encabezó el movimiento neoclásico en Europa proclamó como ideal de belleza a la escultura del Apolo de Belvedere (hoy se sabe que la escultura que tanto admiró y popularizó Winckelmann no era una obra griega sino una copia romana más bien mecánica y sin distinción artística, modelada a partir de una escultura griega perdida en el siglo IV A.C.). Este movimiento Neoclásico llegó a principios del XIX a los Estados Unidos e influyó considerablemente en las ideas de los intelectuales de la época y como no en los ideales estéticos de los primeros ortodoncistas.
En 1864, Woolnoth describió tres clasificaciones de la cara: la recta, la cóncava y la convexa. La cara recta, considerada la más atractiva, se caracterizó diagramáticamente por una línea recta que iba desde lo alto de la frente hasta la parte inferior del mentón intersectando sólo una pequeña parte de la nariz y del labio superior. Cuando el mentón está más retrasado, la cara se considera convexa y si, por el contrario, está más adelantado que el resto de las estructuras de la cara, ésta se considera cóncava.
Norman Kingsley, pionero de la ortopedia dentofacial publicó en 1880 su libro “A treatise on oral deformities as a branch of mechanical surgery” que tiene un capítulo sobre estética en odontología, en el que se cita al Apolo de Belvedere como estándar de belleza masculina y a la diosa griega Medusa como la más noble cabeza femenina que haya visto jamás.
El Modernismo aparece con el siglo XX y se caracteriza por una distorsión del mundo real, los cánones de belleza dependen de los medios de comunicación que imponen las imágenes como forma de comunicarse. Los estudios de Peck y Peck en 1970 muestran que entre la gente común hay cierto acuerdo con respecto a la cara y sus preferencias faciales. El estudio de cefalometrías y fotografías de las caras de triunfadores en concursos de belleza, actrices y modelos profesionales, muestran que el público admira un patrón dentofacial ligeramente protrusivo.
En general, la mayoría de los autores coinciden en reconocer que la estética facial es difícil de definir. En los últimos años parece existir cierta tendencia a seguir una serie de cánones estéticos establecidos principalmente desde los países occidentales más desarrollados.
Algunos autores han propugnado la utilización de la Proporción Áurica o Proporción Divina, términos que expresan toda una serie de teorías, basadas en leyes matemáticas, geométricas y físicas, estrechamente relacionadas con conceptos de armonía y belleza para el hombre, tanto en su percepción visual como en su aceptación psicológica.
Fuente : macroestetica.com
Fantástico articulo
Muchísimas gracias Chus,
recibe un cordial saludo,
Pero usted no es la autora original, verdad?
Buenos días Paulina,
por eso mostramos al final del artículo la fuente original,
saludos